lunes, 2 de enero de 2012

El láser


Ese puto designador me miraba lascivo. Vén, agárrame, sóbame, cárgame a tus hombros y acaricia con la punta de tus Oakley mi dispador. Joder. Yo aguantando. Haciéndole ojitos cada vez que levantaba la vista de los papeles y alejaba la boca del walkie.

Unas horas antes mi contacto con la organización aparece con ese trasto a cuestas y una sonrisa pícara que dice "chaval, esto te va a gustar". Maldita sea, esta réplica de SOFLAM AN/PEQ 1 es una artistada. Aunque muy sobredimensionada, su construcción es más que sólida y funciona terriblemente bien: un par de interruptores abajo, se encienden un par de pilotos y un rayo verde como mi pulgar de grueso cruza el campo hasta un par de miles de metros allá, mínimo. Me compongo gravemente -el jefe tiene que por lo menos aparentar estar tranquilo- disimulando la emoción infantil cuando lentamente deslizo que imagino por dónde irán los tiros con el cacharro este, o más bien las JDAM. La respuesta, dice socarrón, me la dará la evolución del día.





Aunque ya sabía que iba a ser largo de cojones.

Tanto que casi se prolonga hasta las primeras luces del siguiente. La noche había hecho disminuir drásticamente la eficiencia de mi gente. De 64, solo 18 estaban en condición de hacer algo. Ya, ya, esto es milsim y estamos todos a tope, vamos a darlo todísimo, nosotros recreamos (?) nosotros somos la polla. La mayor parte ocupados en lo único que harían con eficacia: dormir. El resto de los valientes y útiles, protegiendo nuestra base y el sueño de sus habitantes. Los menos, en la profundidad del bosque y la noche.

Con éstos, los contactos por radio resultan cada vez más escasos y espaciados en el tiempo. Las baterías se agotan. Las cosas no salen bien. Buscan al enemigo en un escenario enorme.
En el interior del perímetro no estamos mejor. Los guardas se mantienen, pero es imposible que se relajen. Hace frío, les pido que estiren su turno para comprarles a los compañeros media hora más de sueño. A ratos les doy palique, los animo o les reprocho según el momento.

Cuando vuelvo al puesto de mando esa puta sigue mirándome. Ese láser que es como el baile estático de la serpiente.

-"Hay una nueva misión. No tiene mucha ciencia: ilumina la base enemiga con el láser durante 60 segundos, y te garantizo mucha muerte y destrucción entre los insurgentes."

Hago cuentas mentales. No salen. No tengo gente a la que mandar. De los que están fuera algunos -como el 22nd- llevan ahí desde las diez de la mañana, y ahora van a dar las tres de la noche. Ninguna de sus misiones son prescindibles. Todavía quedan más de diez horas hasta echar el telón y no quiero quemar a nadie en una tarea que va a llevar su tiempo. Repaso el mapa en mi cabeza: el objetivo no está cerca. De noche y con los caminos controlados por el enemigo, hará falta una navegación perfecta para acercarse ahí. Y luego está encontrar el lugar donde instalar el cacharro y encenderlo durante un minuto. Ojalá fuese una mierda inflarroja.

Miro a mi alrededor. Tengo dos accesos a la base, en una puerta dos tíos. En otra todo un lujo: tres. Echo una ojeada al walkie, mudo desde hace mucho. Aquí está toda la fruta vendida.

Vaya puta mierda de ejemplo voy a dar, pienso. Deslizo mis dedos sobre el designador. Aquí poco hago, pero si me pillan va a ser una catástrofe. Pero si no voy yo a hacerlo es posible que no se haga.

Dejo el casco y el fusil sobre la mesa. Aviso a un centinela de que me voy y volveré en un par de horas, que cuide del cortijo.

Reuno a toda prisa a un pelotón que aún tenía la cena en la boca. Vamos a salir. El plan es este: subimos los diez hasta cerca de la base enemiga. A unos 200 metros solo dos se aproximan conmigo. Cuando yo esté listo para buscar la ubicación donde disparar, se vuelven al resto el pelotón cuidándose de que los vean, y atraigan la atención de los defensores al lado opuesto por el que acechamos mi metálico amigo y yo. Yo me arreglaré la vida para volver a base mientras ellos aún tendrán que patear monte buscando unos dichosos campos de cultivo.

Subiendo hacia donde acampa la insurgencia me percibo como una especie de agrimensor furtivo y me invade una extraña sensación de estar desubicado. Bueno, cargando una enorme caja con trípode sobre el hombro en medio de una columna es algo novedoso para mí. Gracias a Dios no es pesada, pero sí realmente incómoda. Los chicos de mi pelotón son buenos y aciertan en la navegación. En caso de que haya ostias ellos llevan sus fusiles, mientras esté con ellos la misión tendrá una oportunidad. De cuando en vez palpo las cachas de la 226 dentro de la Serpa, para saber que sigue ahí.

Llega el momento de la aproximación final mientras me repito que esto no va a fallar, porque si perdemos al jefe y al rayo de la muerte, los aliados nos vamos al carajo. Me lo repito fuerte cuando una linterna se dirige hacia mis dos solitarios escoltas, descubiertos antes de lo previsto. Sospecho que también me ha intuído el centinela alejado y cabrón, pero no me sigue muy convencido. En estos momentos la mente va rápido de cojones y vienen a mí flashes sobre la de veces que hemos entrenado cosas así, y que cuando las cosas se ponen interesantes no hay nadie que saque fotos molonas. El plan inicial naturalmente ha fallado y los guardas ojearán en todas direcciones, incluída la mía. Sonrío un instante mientras busco una ruta para colocar el laser que me sirva para entrar y salir por patas. . Tendré que correr como un diablo y a ciegas, de modo que mejor será que no sea por un sitio cruzado por un barranco.

No hay muchas más opciones que colocar el rayo peligrosamente cerca, el terreno es más plano de lo esperado. Los cabrones de la base son disciplinados y no encienden luces, de modo que solo puedo intuir su ubicación a partir de lo que me han marcado los chicos del recon. Paciencia, que no hemos llegado hasta aquí para joderla tontamente. Hasta que un gañán me da un regalo e ilumina una tienda. Ahora muevo yo. Con el trípode bien clavado, respiro hondo y hago feliz a mi zorra.

Cuento a partir del uno, hasta el cincuenta y nueve. Muy despacio. Ya no hay marcha atrás. Se va haciendo difícil contar tranquilo mientras vienen hacia mí rasgando la noche con sus linternas. Disparan pero desde muy lejos, no calculan bien las distancias. Apuran el paso y dan unas voces espantosas y francamente groseras.

cuarentayocho cuarentanueve cincuenta cincuentayuno cincuentaydós

De carrerilla. Levanto el SOFLAM de un salto sin plegar el soporte y me lanzo hacia la oscuridad rezando para que no tengan a nadie más rápido que yo. Estaban muy cerca, sabían donde disparar y podrían haberme jodido. Pero no tuvieron esa suerte, y los jodidos fueron ellos. Me quedaban cruzar unos cuantos kilómetros de bosque en una noche sin luna y precisamente por donde el enemigo tenía sus rutas de aprovisionamiento.

En el rato que me llevó en volver al puesto de mando, los muy pardillos pensaban que había sido secuestrado. Angelitos. Aunque más tarde los putos insurgentes me la devolvieron en una acción que merece otra batallita.

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